Las emociones son parte de nuestra vida cotidiana y no podemos (¡ni queremos!) evitarlas.
Así como es saludable sentirse bien, aunque no lo creas, también es bueno sentirse mal de vez en cuando, pues sin esos momentos no podríamos aprender y seguir adelante.
La vida tiene muchos matices y a medida de que crecemos vamos aprendiendo a conocerlos todos, por eso es importante que los niños cuenten con una buena orientación para saber controlar sus emociones y no al revés.
Para los peques todo es nuevo, por eso es posible que no sepan cómo reaccionar las primeras veces.
Sin embargo, los niños aprenden lo que ven y se comportan según se los dicta su experiencia. Por eso es indispensable que se rodeen de ejemplos positivos.
Para los niños muy pequeños, es ideal el uso de fábulas, pues es la manera más adecuada de que entiendan una moraleja.
Si tu pequeño tiene menos de seis años, este tipo de historias serán de fácil comprensión y podrán relacionarlas con situaciones de la vida cotidiana para entenderlas mejor.
Por otro lado, si tu hijo tiene entre seis y doce años, debes prestar especial atención a cómo se relaciona con otros niños, pues es durante esta etapa que los humanos trabajamos en lo que será nuestra personalidad y el principio de nuestra interacción social.
Si el niño es conflictivo desde temprana edad y no es tratado a tiempo, esta conducta podría afectar negativamente su futuro, pues siempre encontrará dificultades para crear y mantener vínculos sanos y estables con otras personas.
Durante esta etapa, es importante fomentar la inteligencia socio-emocional, es decir:
Para conseguirlo, el niño debe atravesar tres etapas:
Se trata de aprender a conocerse a sí mismo, es decir, prestar atención a cómo son sus emociones, y cómo influyen en su comportamiento. Eso le ayuda a determinar cómo expresarse de forma adecuada
Con base en su autoconocimiento, puede aprender a responder saludablemente a cada emoción.
Va a trabajar en esos impulsos que lo hacen salir de control, y sabrá cómo canalizar sus reacciones.
Esto permite que no se inhiba ni suprima lo que siente, sino que lo exprese de mejor manera para no herirse ni herir a otros.
Consiste en aprender a ponerse en el lugar de otra persona para entender sus razones y respetar su manera de pensar y de actuar, a pesar de que no coincida con las suya.
Esto le ayudará a desarrollar empatía y comprender a los demás.
Es importante que tu niño trabaje desde temprana edad el desarrollo de su inteligencia emocional.
Por eso es ideal que cuente contigo durante el proceso, es decir, que pueda conversar contigo cuando algo le preocupe o cuando tenga un problema con otra persona, para saber de qué modo puede ser solucionado.
La idea es que fomentes siempre la validación de sus emociones y lo orientes para encaminarlas adecuadamente.
De esta manera es muy probable que crezca siendo una persona emocionalmente estable, lo que es fundamental para desempeñarse sanamente en otros aspectos de su vida.
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